lunes, 17 de noviembre de 2014

Capítulo 16. Cada vez que estoy sin ti.

El lanzamiento de mi disco fue mejor de lo esperado. En las firmas la gente me contaba su opinión. Me encantaba pasar un rato con ellos. La gente que me seguía desde mis principios parecía contenta con el resultado. A mi familia el disco le había encantado, sobretodo la canción que le compuse a mi abuela.
Había sido tal la aceptación que los premios dial contaban conmigo este año para estar entre los premiados.
Para mí era gratificante tal resultado ya que había puesto serio ímpetu en este trabajo. Iba a ser una gira de teatros, esa idea me fascinaba.
Mis pasos eran firmes a la hora de entrar al palau de la música donde iba a cantar junto mi amigo David. Grababa un DVD y quiso contar conmigo. Había más amigos de profesión. Entre ellos, mi gran amiga Laurita. Conocida como Chenoa.
 Terminando de prepararme entró en mi camerino para saludarme.
- ¡Vanesaaaaa!
- ¡Lauritaaaa! -dije entre sus brazos.
- Que ganas de verte tenía, se me ha hecho eterna la espera. 
- A mi también.. Oye, te he traído una cosita.
- ¿El qué? 
- Mi nuevo disco -dije sacándolo del bolso- firmadito y todo.
- ¡Que ganas de escucharlo! Muchas gracias Vane. 
- A ti. 
- Vaya, mira que es casualidad que haya un piano en el camerino de la mejor compositora española. ¿No crees?
- Las casualidades no existes Laurita..
- Por eso mismo, me tienes que tocar algún tema ya. Estoy ansiosa.
- Esta bien, pero mejor después que canto de las primeras.
- Cierto, luego te busco. Voy a prepararme. -dijo mientras nos fundíamos en un largo abrazo. Un ruido tras la puerta nos hizo romperlo, pero al abrir no había nadie. 
Comencé a prepararme vocalmente, en unos minutos saldría a cantar junto con David el tema 'cada vez que estoy sin ti.' Un tema precioso, en el que ahora mismo me tocaba bastante la fibra. 
Y ahí estaba yo, cantando ante miles de personas. Intentando no emocionarme ante tal letra. Mantuve el tipo y supe tragar saliva. David estaba muy cómplice conmigo, incluso dimos un toque de humor al final de la actuación. 
Entré a mi camerino y me puse a tocar ni nuevo tema, trampas. Tenía ganas de desahogarme. Mis letras me servían de psicólogo, una forma de desahogo. 
 'Después de aquello nada más se supo.
 Después de tanto como me gustaba.
 Pero hay momentos en que tal vez no es el tiempo de arriesgar porque hay heridas que cerrar en tu interior.
 De pronto una canción me lleva a ti, de nuevo hay un pellizco en este corazón.
 Y yo, y yo sigo con mis trampas en la cama, echándome agua a la cara cada vez que oigo tu nombre.
Me da pena, tenerte y no tenerte. Me da pena porque te busco entre la gente. '
En ese momento pude escuchar a alguien continuar mi canción. Cantaba desde la entrada a mi camerino. Se sabía a la perfección la letra y el tono. Pude reconocer perfectamente quien era. Reconocería su voz y su olor a kilómetros de distancia. Era inconfundible para mí.  Mis nervios apoderaban cada poro de mi piel. Mi voz comenzaba a temblar, y todavía ni la había visto. Me giré lentamente hasta que pude verla apoyada en el marco de la puerta. Su silueta seguía tan perfecta como siempre. Su mirada me contaba todo lo que se ha callado en este tiempo de ausencia. Ausencia física, porque en lo que a recuerdo se refiere siempre iba conmigo. Cada momento vivido era un continuo tráiler en mi cabeza. Sus pasos iban acortando la poca distancia que nos separaba, conforme avanzaba la canción ella se acercaba. Mis músculos no respondían y mis sentidos estaban totalmente concentrados en ella. Estaba sentada junto a mí en la banqueta. Mirándonos fijamente, sin poder controlar la inercia de mis ojos a su boca. Encontrarme en el reflejo de su mirada me hizo recordar todo aquello que había creído olvidar. Pero me equivocaba, no lo había olvidado. Seguía ahí. Y ahora más vivo que nunca. Su blanca piel iluminaba mis ganas de contarle con mis manos lo mucho que la he necesitado. Y el brillo de sus ojos al encontrarse con los míos se hacían cómplices de este delirio. Moría por rozar de nuevo sus labios, por recordar el sabor de sus besos. Y transportarme a ese universo que la fuerza de nuestros besos habían creado en el que únicamente existíamos nosotras dos. De repente sus cálidas manos rozaron las mías, piel con piel, cogiéndolas y acomodándolas entre las suyas para que dejase de tocar el piano y empezase a concentrarme en el deseo que despertaba. El roce de nuestros tejidos creaba una explosión de emociones y recuerdos. Nos teletransportó a esas noches de pasión en las que dejábamos de ser dos para convertirnos en una. Ardía en deseos de rememorar todo lo que habíamos perdido. Y sus ganas también eran notorias. Fuimos acortando la distancia de su boca a la mía, tanto que casi podía rozar sus labios. En ese momento la puerta se abrió de un portazo.
- Malú, tienes que salir a cantar ya. -le dijo uno de los organizadores.
Se acercó a mi oído y me susurró:

- Esto no acaba aquí, te busco luego. No sabes cuánto te he echado de menos.

1 comentario:

  1. Dios no nos puedes dejar así :O . Sigue pronto por favor.

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