jueves, 4 de diciembre de 2014

Capítulo 23. Besayuno.

Serían las ocho y cuarto de la mañana, no podía dormir. El sol se colaba poco a poco por la ventana, y ahí estaba ella. Más bonita que nunca. Contemplarla dormir era como ver en ella mi futuro. Despertar así cada día de mi vida, que lo primero que viesen mis ojos al abrirse todas las mañana fuese su cuerpo dormido. No podía evitar cuidar su sueño. 
Puede parecer precipitado pero tiene la cara que me encantaría que tuviesen mis hijos. 
Su nariz tan perfecta complementaria a la mía, sus labios de color carmín son como la última pieza que completa mi puzle. El tacto de su pelo y su caída. La forma tan peligrosa de sus curvas donde siempre me gusta estrellarme. Los rallos de luz hacían de su piel la más resplandeciente, siendo el único abrigo que quería sobre mi piel.

Mis ganas de tocarla, de acariciarla, su brazo rodeando mi cadera y el mío como almohada para ella. Estábamos aprisionada la una a la otra, sin escapatoria. Pero tampoco íbamos a escaparnos. Sería presa de sus labios toda la vida. Buscaría las cadenas de sus brazos eternamente. Había caído en cadena perpetua por ella.

Dejé caer un dulce beso en sus cálidos labios, aún dormidos. Me vestí con lo primero que pude y bajé al salón en busca de las llaves del coche. Esbocé una sonrisa, al ver como estaba todo y recordar la noche anterior. Fui a una panadería que había cerca, compré una barra de pan y varios cruasanes rellenos de chocolate. Entré a un pequeño supermercado a comprar naranjas y un par de piezas de fruta. Al lado había una floristería, aproveché y compré dos rosas blancas, que sabía que eran su flor favorita. Encargué un brownie. Y por último compre un par de euros de churros y chocolate para llevar.

Al llegar a casa tuve la suerte de que no había despertado. Seguía perdida en el mundo de sus sueños. Exprimí las naranjas, dividiendo su zumo en dos vasos de tubo largos. En otro vaso vertí agua y puse una de las rosas. Corté la barra de pan, varias rodajas de tostadas. Calenté los cruasanes hasta derretir el chocolate de dentro. Partí las piezas de fruta en pequeños trozos de forma que quedase como una macedonia. Coloqué el brownie en medio de tanta fruta. Puse los churros y el chocolate en una bandeja como último paso.

Subí arriba y posé la rosa en el lugar donde yo había dormido. Bajé de nuevo y subí con la bandeja preparada. La puse sobre la cama y adornándola con una pequeña nota que decía : Buenos días mi 
princesa.
Comencé a besar su piel blanca hasta llegar a sus labios. Sin abrir los ojos esbozó una preciosa sonrisa que hizo que temblara mi cuerpo.

- Buenos días cielo. -me susurró con los ojos cerrados.
- El desayuno está listo. -Volví a besar sus labios.
- Huele de maravilla, ahora bajo. -seguía susurrando medio dormida.
- No hace falta. Mi princesa tiene que desayunar en la cama. -En ese momento abrió los ojos.

Lo primero que hizo fue oler la rosa, seguidamente cogió la nota y la leyó.

- ¿Soy tu princesa? -me preguntó.
- Eres mi reino entero. 
- Te quiero. Me encantas tanto..
- No sabía que querrías para desayunar, así que improvisé un poco de todo.
- A mi no me hace falta desayunar teniéndote a ti.
- ¿Por qué?
- Porque tú eres mi desayuno, comida y cena favorita. -dijo buscando mis labios.

Entre besos, ñoñerías y caricias fuimos devorando el desayuno.

- Me he quedado con hambre...-me dijo Malú.
- ¿En serio? -dije asombrada.
- Si, ¿Sabes que haría yo con el chocolate?
- ¿El qué? Miedo me das.
- Juntarte en él, y devorarte. Tú eres la única forma de saciar mi hambre. Siempre tengo ganas de ti.
- Hazlo.
- Tenemos poco tiempo, me recogen a la una y media para comer y esta tarde tengo promo.
- ¿Y qué voy a hacer sin ti?
- Siempre te quedará Danka.
- ¿Y tú qué harás sin mi? Porque dudo que encuentres allí lo que te espera en casa. -dije comiéndole la boca.
- Echarte de menos mi niña.

Nos dejamos llevar por la pasión con el chocolate de por medio. Este nos dejó pegajosas y terminamos lo que empezamos en la ducha. Siendo esta vez mis manos su esponja, repartir  el gel por cada parte de su cuerpo y ella a su vez a mí. Lo hacíamos bajo el agua ardiente que caía sobre nosotras. Una mezcla de pasión y de amor. Empujándola contra la fría pared hasta desplomarnos la una en la otra.

Me tiré en la cama en ropa interior, contemplando cómo se vestía.

- ¿Seguro qué tienes que irte? -me miró mordiéndose el labio.
- Tápate o me lo harás muy difícil. -me levanté y me dirigí hacia ella.
- ¿Estás segura? -dije besando su cuello.
- Vane por favor, me tengo que ir... -dijo evitando mi juego.

Comencé a besar su cuerpo con fuerza mientras ella se maquillaba. Colando mis manos por debajo de su ropa, provocando en ella el deseo de mi cuerpo junto al suyo.

- Gorda, me estás poniendo mala...-me dijo mirando mis manos.
- Quédate. -dije acercándome a su oido y susurrando.

Se giro y comenzó a besarme pasionalmente. Hasta que el maldito timbre interrumpió nuestro deseo.

- Ya están ahí...-dije con pena.
- Vuelvo para cenar, esta noche lo retomamos. ¿Me esperarás?
- Toda la vida. -dije besándola con fuerzas.

Ella se fue, sin saber lo que le esperaría esa noche.


1 comentario:

  1. Me encanta como juntas la pasión y el amor, romanticismo y calentón todo junto. Inmejorable este capítulo :D

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