Vanesa se acababa de ir y nada más cerrar la puerta sentí un
vacío de golpe. Habíamos pasado unos días maravillosos, cinco días en los que
solo me importaba ella. Por primera vez mi corazón se paraba cada vez que
alguien me besaba, entonces descubrí que es ella la persona que llevo tantos
años esperando. Pero sentía miedo, miedo de quererla tanto que me doliese, de
no poder mantener mi vida en secreto como hasta ahora, de que todo el mundo
supiese de lo nuestro. Miedo a terceras personas, celos anticipados. Miedo a
que me deje, a que me olvide y yo la siga amando. Miedo a que me rompa el
corazón o yo rompérselo a ella. Miedo a que mi familia no la aceptase, o a que
la distancia pudiese con nosotras. Miedo a perderla, a que si esto que todavía
no había empezado se esfumase y con ello ella. Solo de pensar todas las cosas
que me aportaba ese miedo me paralizaba el cuerpo por completo. Sin dejarme
avanzar.
Pero por otra parte, me daba vida. Me daba todo lo que
necesitaba, aún sin necesitarlo. Es alegría, mi alegría. Es luminosidad, brilla
con luz propia. Sus besos eran el bálsamo que curan todas mi heridas. Su mirada
es mi historia favorita para perderme cada noche. Sus ojos la brújula que guía
mi camino. Su sonrisa la curva más adictiva. Sus manos el pasaporte más
inmediato al paraíso. Sus caricias mis tatuajes sin tinta. Sus brazos, la
prenda que nunca agobia. En definitiva, ella era mi todo.
Y una vez más estaba a punto de dejarla escapar. Necesitaba contárselo
a alguien, y no dudé en llamar a la que para mí era como una hermana. Mi amiga
Verónica.
- Dime Lula, estoy por Madrid, ¿Quieres algo?-dijo mi amiga
contestando la llamada.
- Te necesito. -dije casi llorando.
- Ey, ¿Qué te pasa?
- Que la estoy cagando, otra vez.
- En 15 minutos estoy allí. No tardo.
- Gracias. -dije colgando.
En lo que ella llegaba, para amenizar la espera o para
seguir torturándome, me senté en el sofá con mi móvil. Empecé a mirar las fotos
que tenía con ella o de ella. Resultaba tan bonita, la quiero tanto. Fotos en
las que reflejaba mi estado de ánimo, mi plenitud. Fotos en las que la
felicidad era la protagonista. Fotos donde sobraban las palabras porque
nuestras miradas decían todo. Y es que hacemos tan buena pareja que me encanta.
Las fotos de ella con mi pequeña princesa, Danka, donde las dos jugaban. Su
sonrisa hacía que ni contemplase el paisaje, ni le diese importancia al
alrededor. Como dos de los seres que más amaba se entendían tan bien. Mi perra
y mi novia.
Sin darme cuenta, el subconsciente me la jugó.Sonreí
tontamente, estaba utilizando la
terminología que tanto miedo me daba. Sonaba tan bonito dirigirme a ella como
mi novia.
En ese momento note la humedad en mi cara, y un par de lágrimas
decoraban mi cara.
Sonó el timbre y corrí hacia la puerta.
- Al fin has llegado. -dije abrazando a mi amiga.
- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?
- Porque mi vida se me está escapando entre mis dedos.
- ¿Un amor, no?
- No, un amor no. El amor de mi vida.-dije rectificando.
- ¿Vanesa, verdad? -la miré extrañada.
- ¿Cómo lo sabes? -dije intrigada.
- Te conozco desde hace ya bastantes años, y no eres la
misma desde que ella llegó a tu vida.
- ¿Qué no soy la misma? ¿En qué sentido?
- Ahora eres realmente feliz. Solo hay que mirarte a los
ojos para saberlo.
Nos sentamos y le expliqué un poco por encima, dando los
detalles esenciales de la historia. A veces podía contener las lágrimas pero
otras no podía evitar derrumbarme.
- ¿Qué hago Vero?-dije queriendo llegar a una conclusión.
- Ser feliz. Lucha por quien tú sabes que te lo da. Lucha
por esa sonrisa que ahora define tu cara. Tú sabes muy bien qué hacer, solo que
te falte que alguien te empuje.
- ¿Entonces voy?
- ¿Tu qué crees? Tira pa Málaga a buscarla y deja de perder
el tiempo, vuestro tiempo. Que el amor de verdad cuando se encuentra es
maravilloso, y no dejes que esto se te escape. Porque viéndote a ti, se nota
que ella merece la pena.
- No te enamores eh, que es mía. Y solo mía. -dije
bromeando.
- Anda, cállate y vete ya.
Subí al cuarto y metí un par de mudas en una maleta pequeña,
incluí el neceser y mis colonias.
- Ea, todo listo. Coge puerta que me voy.
- ¿A estas horas? Vas a llegar a las tanta de la madrugada.
Mejor vete mañana por la mañana temprano.
- Me da igual, no aguanto un minuto más sin ella.
- Mira la niña que se me ha enamorado. -dijo bromeando.
- ¿Te haces cargo del zoo en lo que estoy fuera?
- Claro que sí, la duda ofende. Tú vete ya, que no quiero
entretenerte. Déjame un mensaje cuando llegues y ten cuidado, que la carretera
de noche es muy peligrosa.
- Que sí, mamá. -contesté bromeando.- Gracias hermana,
necesitaba mucho tu opinión.
- Nada, no las des, para eso estamos. Corre a por mí futura
cuñada.
- Ay calla. -dije poniéndome roja.- Vamos hablando, te
quiero. -dije dándole dos besos.
- Adiós renacuajo. Ten cuidado eh. ¿Aguantarás despierta
todo el camino?
- Ella siempre ha sido mi mayor insomnio. Pensar en ella y
en las ganas que tengo de verla hace que no me haga falta cafeína. Y no me
entretengas más que mi novia me está esperando.
Puse la música alta para que hiciese más ruido que mis
pensamientos. Porque si seguía haciéndole caso a mis nervios no iba a llegar.
Pasaban las horas e iba restando kilómetros y se iban sumando mis ganas.
Y ahí estaba yo, entrando a Málaga, su ciudad. La tierra de
mi niña mimada, la que estaba siendo cómplice de nuestra historia.
Llegué como pude, tras perderme dos veces, a su casa. No
hacía frío, o por lo menos no como en Madrid, era un frío húmedo. Me bajé del
coche y me situé ante la que ya sabía que era su ventana. Cogí mi teléfono y la
llame.
- Dime gorda. -Dijo contestando el teléfono.- ¿No puedes
dormir?
- Asómate a la ventana. -dije colgando el teléfono.
Su cara de asombro fue alucinante. Las manos tapaban su boca
y sus ojos tan abiertos iluminaban toda la calle.
- ¿Me abres? -le grité.
- Estás loca. -me contestó.
- Sí, por ti.
Saqué mi maleta y cerré mi coche. Tire la maleta al suelo
nada más abrirse la puerta.
Y ahí estaba ella, con su pijama y su moño. Tan bonita como
me tenía acostumbrada. Pero nunca la había visto tan bonita como esta noche.
- Gorda.. -dijo abriendo la puerta.
No dejé que pronunciase palabra alguna y me lancé a sus
brazos. Sus abrazos que me daban vida. Ni 24 horas había conseguido estar sin
ella.
- Te amo. -le susurré al oído.
Creo que sobran las palabras.... señor capítulo madremia, me he emocionado y todo.
ResponderEliminarEnhorabuena por la novela, la leo desde el principio y sin lugar a dudas mejora por momentos y este capitulo es.... no tengo palabras para explicarlos, maravilloso de verdad.
Sin palabras... Es que no se que decir de verdad. Maravilla de capítulo
ResponderEliminarMaaaaas porfii
ResponderEliminarLa novela esta como para seguir escribiendo mas seguido , pero cuando comenzaras el capitulo 39 te escribo desde Miami y la sigo
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