viernes, 26 de diciembre de 2014

Capítulo 30. Quiero estar contigo.

Llegué a Málaga, todo seguía como lo dejé. No había novedades, solo las que yo traía.

- ¿Cómo que has bajado antes? -me preguntó mi querida madre.
- Porque te echaba de menos. 
- Que pelota puedes llegar a ser...-me reí ante su comentario.- ¿todo bien con ella? 
- Sí, necesita quitarse los miedos.
- ¿Y crees que dejándola allí lo hará? ¿No es mejor ayudarla? 
- No mamá, estando yo allí no hago nada. Tiene que verse sin mi, para ver si realmente quiere mi presencia o  mi ausencia. 
- Estás siendo tú un poco dura con ella eh..-me dijo con el dedo índice hacia arriba.
- No creo que sea ser dura mami, yo tengo claro mis sentimientos y lo que quiero. Ella también tiene derecho a tenernos.
- ¿Y no la echas de menos?
- Claro que la echo de menos, desde que cerré la puerta de su casa. Pero sabes que no soy egoísta. 
- Vane.. 
- Dime mamá.
- Te has enamorado, y de verdad.
- Lo sé, y me da miedo.
- ¿Por qué? 
- Porque puede hacerme daño. 
- Dudo que lo haga, se nota que ella también te quiere.
- Me dijo estos días que se estaba enamorando, pero nadie sabe si es verdad.
- Está enamorada, y poco a poco te lo demostrará.
- ¿Crees que volverá a mi? ¿Querrá estar conmigo?
- Estoy segura de que sí. 
- Gracias mamá, por escucharme y por ser mi amiga. -nos fundimos en un largo abrazo. 

Pasé parte de la tarde jugando con Pongo y fui a ver a mi abuela para la hora de cenar. 

Mi abuela era muy moderna, se podía hablar con ella de todo. Y como me vio un poco desganailla, no paraba de preguntarme qué pasaba. Ella siempre decía 'yo pregunto, si no me contestas pues no me contestas y si me contestas pues eso que me llevo.' Y esta vez le conté un poco por encima, sin decirle que era Malú, quise llamarla Lucía. Sabía perfectamente quien era Malú, y no quería, de momento, que supiese que me había enamorado de una de las mayores estrellas de la música española. 

Mi abuela, como todas supongo, era sabia. Y sus consejos casi siempre lo dejaban todo en mano del destino, y el día que me falte sé que será ella mi destino. 

- Vane, tu estate tranquila, si está pa ti, está. 
- ¿Y si no está, abuela?
- Pues si no está pa ti, no está. 
- Me dejas mucho más tranquila así eh..-dije riéndome. Ella me siguió.
- Pero no te preocupes, que Lucía esta para ti, hoy, mañana o dentro de 5 años, pero está para ti.


Seguíamos hablando de nuestras cosas con una sopa de picadillo de por medio, aun habiéndome metido un buen plato, encima de los típicos platos de las abuelas que parecen que no tienen fondo, quiso que me llevase un taper para casa. 

Cuando llegué había unos cuantos impresos de casas sobre la mesa. Estaba buscando una casa cerca de la playa para independizarme. Seguro que me los habría traído mi padre. 

Me duché, me sequé el pelo y me metí en la cama. Intentando conciliar el sueño. Daba vueltas en la cama y mis pensamientos no dejaban que pegase ojo. Cogí las fotos de las que podía ser mi futura casa y comencé a mirarlas. 
Y al verlas me imaginaba a Malú conmigo en ella, rodeada de renacuajos y nuestros bichos. Con nuestra esencia decorando la casa. Con esas paredes testigos del amor que había en mi y en ella. Por primera vez me había planteado vivir con alguien y verme con hijos con ella. En ese momento me di cuenta de que me había enamorado profundamente, después de años vacía había llegado ella para llenarme. 

Cerré los ojos e intenté dormir para dejar de pensar en ella, pero en ese momento sonó mi teléfono.

Lo cogí rápidamente para no despertar a nadie, y al ver su nombre en la pantalla me tembló todo. ¿Qué querría? 

- Dime gorda. -Dije contestando el teléfono.- ¿No puedes dormir?
- Asómate a la ventana. -dijo colgando el teléfono.

Para qué coño querría esta que me asomase yo a estas horas a la ventana, con el frío que hacía. 
El frío se me pasó al verla ahí abajo. En mi calle junto a su coche. 

- ¿Me abres? -me gritó.
- Estás loca. -le contesté.
- Sí, por ti.

Bajé las escaleras de cuatro en cuatro, suerte que mis padres ya se habían acostado. Corrí hacía la puerta, y la abrí. Y ahí estaba ella, la mujer que me tenía loca. 

- Gorda..-dije al verla, y ella me interrumpió abrazándome.
- Te amo. -me susurró al oído.

En ese mismo instante. Cambió mi vida, se dio un giro de más de trescientos sesenta grados. Se paró la tierra, el mundo entero era mío. Acababa de escuchar de su boca las dos palabras más significativas del amor. Y a mi me había matado. Estaba tan locamente enamorada de ella que haría cualquier cosa. 

Besé sus labios con fuerza y la invité a pasar. Cogí su pequeña maleta. 


- Siento auto invitarme a tu casa, sin pedir permiso ni a tu madre. -se disculpó.- pero no aguantaba ni un segundo más sin ti, necesitaba hablar contigo. 
- No pasa nada, ¿has cenado?-le pregunté.
- La verdad es que vengo un poco hambrienta, no quise parar ni a cenar para llegar antes. 
- Vente a la cocina mi amor, que te voy a poner un platito de sopa de picadillo de la abuela, riquísimo. 

En lo que se zampaba la cena estuvimos hablando del viaje y de que hice hoy. 

- Suerte que te pillé despierta.. -me dijo colocando el plato en el fregadero.
- No podía dormir pensando en..-me corté. Me daba vergüenza decirle la verdad. 
- ¿En qué?
- En ti.
- ¿En mi? ¿Y en qué pensabas?
- En lo mucho que te quiero y lo que me jode estar mal contigo. -al terminar de pronunciar estas palabras se acercó para besarme.- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
- Venir a por ti. Te echo de menos y hace a penas 17 h que no te veía. 
- Ven al salón, está más calentito, para hablar es mejor.

Llegamos al salón y se paró enfrente de un cuadro enorme que había en el lado izquierdo de la puerta. 

- Me encanta como sales aquí.-dijo señalando el cuadro.- ¿qué tiempo tendrías?
- Unos 13 meses más o menos. Vente, siéntate aquí. -dije invitándola a sentarse a mi lado.- Habla, que me tienes intrigada. 
- A ver... ¿Por dónde empiezo? 
- Por besarme. -sonrío al escuchar mis palabras y obedeció.- continúa.
- Me dejaste rota al irte Vane.. -agachó su mirada.
- Lo siento..
- Me has hecho ver lo que te quiero.
- ¿Y cuánto me quieres? -interrumpí. 
- Cuando te enamoras de una persona no saber medir cuanto la quieres. 
- ¿Y te has enamorado de mi?
- Hasta el último milímetro de mi cuerpo. 
- ¿Y de qué me sirve a mi eso? Si niegas de mi..
- Por eso he venido. Para decirte que te quiero, que te amo, que me he enganchado a ti  y no quiero soltarme nunca. Desde que has llegado sé lo que es vivir, ser feliz. Es la primera vez que me enamoro tan fuertemente de una persona, y eres la primera mujer que me llena. No me ha costado tomar esta decisión de venir a buscarte, el verme sin ti me empujó a saltar a la piscina. Me atrevo a decir que eres lo que el destino creó para mí. La mujer que tiene que acompañarme hasta que me muera. Vanesa, quiero estar contigo. Sin ocultar, ni negar. Gritando a los cuatro vientos que te amo y que somos novias. Quiero compartir mi vida contigo. Quiero que seas mi novia. -me cogió las manos.- Gorda, por Dios, di algo.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Capítulo 29. Aposté por ti,

Vanesa se acababa de ir y nada más cerrar la puerta sentí un vacío de golpe. Habíamos pasado unos días maravillosos, cinco días en los que solo me importaba ella. Por primera vez mi corazón se paraba cada vez que alguien me besaba, entonces descubrí que es ella la persona que llevo tantos años esperando. Pero sentía miedo, miedo de quererla tanto que me doliese, de no poder mantener mi vida en secreto como hasta ahora, de que todo el mundo supiese de lo nuestro. Miedo a terceras personas, celos anticipados. Miedo a que me deje, a que me olvide y yo la siga amando. Miedo a que me rompa el corazón o yo rompérselo a ella. Miedo a que mi familia no la aceptase, o a que la distancia pudiese con nosotras. Miedo a perderla, a que si esto que todavía no había empezado se esfumase y con ello ella. Solo de pensar todas las cosas que me aportaba ese miedo me paralizaba el cuerpo por completo. Sin dejarme avanzar.

Pero por otra parte, me daba vida. Me daba todo lo que necesitaba, aún sin necesitarlo. Es alegría, mi alegría. Es luminosidad, brilla con luz propia. Sus besos eran el bálsamo que curan todas mi heridas. Su mirada es mi historia favorita para perderme cada noche. Sus ojos la brújula que guía mi camino. Su sonrisa la curva más adictiva. Sus manos el pasaporte más inmediato al paraíso. Sus caricias mis tatuajes sin tinta. Sus brazos, la prenda que nunca agobia. En definitiva, ella era mi todo.
Y una vez más estaba a punto de dejarla escapar. Necesitaba contárselo a alguien, y no dudé en llamar a la que para mí era como una hermana. Mi amiga Verónica.

- Dime Lula, estoy por Madrid, ¿Quieres algo?-dijo mi amiga contestando la llamada.
- Te necesito. -dije casi llorando.
- Ey, ¿Qué te pasa?
- Que la estoy cagando, otra vez.
- En 15 minutos estoy allí. No tardo.
- Gracias. -dije colgando.

En lo que ella llegaba, para amenizar la espera o para seguir torturándome, me senté en el sofá con mi móvil. Empecé a mirar las fotos que tenía con ella o de ella. Resultaba tan bonita, la quiero tanto. Fotos en las que reflejaba mi estado de ánimo, mi plenitud. Fotos en las que la felicidad era la protagonista. Fotos donde sobraban las palabras porque nuestras miradas decían todo. Y es que hacemos tan buena pareja que me encanta. Las fotos de ella con mi pequeña princesa, Danka, donde las dos jugaban. Su sonrisa hacía que ni contemplase el paisaje, ni le diese importancia al alrededor. Como dos de los seres que más amaba se entendían tan bien. Mi perra y mi novia.
Sin darme cuenta, el subconsciente me la jugó.Sonreí tontamente,  estaba utilizando la terminología que tanto miedo me daba. Sonaba tan bonito dirigirme a ella como mi novia. 
En ese momento note la humedad en mi cara, y un par de lágrimas decoraban mi cara.

Sonó el timbre y corrí hacia la puerta.

- Al fin has llegado. -dije abrazando a mi amiga.
- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras?
- Porque mi vida se me está escapando entre mis dedos.
- ¿Un amor, no?
- No, un amor no. El amor de mi vida.-dije rectificando.
- ¿Vanesa, verdad? -la miré extrañada.
- ¿Cómo lo sabes? -dije intrigada.
- Te conozco desde hace ya bastantes años, y no eres la misma desde que ella llegó a tu vida.
- ¿Qué no soy la misma? ¿En qué sentido?
- Ahora eres realmente feliz. Solo hay que mirarte a los ojos para saberlo.

Nos sentamos y le expliqué un poco por encima, dando los detalles esenciales de la historia. A veces podía contener las lágrimas pero otras no podía evitar derrumbarme.

- ¿Qué hago Vero?-dije queriendo llegar a una conclusión.
- Ser feliz. Lucha por quien tú sabes que te lo da. Lucha por esa sonrisa que ahora define tu cara. Tú sabes muy bien qué hacer, solo que te falte que alguien te empuje.
- ¿Entonces voy?
- ¿Tu qué crees? Tira pa Málaga a buscarla y deja de perder el tiempo, vuestro tiempo. Que el amor de verdad cuando se encuentra es maravilloso, y no dejes que esto se te escape. Porque viéndote a ti, se nota que ella merece la pena.
- No te enamores eh, que es mía. Y solo mía. -dije bromeando.
- Anda, cállate y vete ya.
Subí al cuarto y metí un par de mudas en una maleta pequeña, incluí el neceser y mis colonias.
- Ea, todo listo. Coge puerta que me voy.
- ¿A estas horas? Vas a llegar a las tanta de la madrugada. Mejor vete mañana por la mañana temprano.
- Me da igual, no aguanto un minuto más sin ella.
- Mira la niña que se me ha enamorado. -dijo bromeando.
- ¿Te haces cargo del zoo en lo que estoy fuera?
- Claro que sí, la duda ofende. Tú vete ya, que no quiero entretenerte. Déjame un mensaje cuando llegues y ten cuidado, que la carretera de noche es muy peligrosa.
- Que sí, mamá. -contesté bromeando.- Gracias hermana, necesitaba mucho tu opinión.
- Nada, no las des, para eso estamos. Corre a por mí futura cuñada.
- Ay calla. -dije poniéndome roja.- Vamos hablando, te quiero. -dije dándole dos besos.
- Adiós renacuajo. Ten cuidado eh. ¿Aguantarás despierta todo el camino?
- Ella siempre ha sido mi mayor insomnio. Pensar en ella y en las ganas que tengo de verla hace que no me haga falta cafeína. Y no me entretengas más que mi novia me está esperando.

Puse la música alta para que hiciese más ruido que mis pensamientos. Porque si seguía haciéndole caso a mis nervios no iba a llegar. Pasaban las horas e iba restando kilómetros y se iban sumando mis ganas.

Y ahí estaba yo, entrando a Málaga, su ciudad. La tierra de mi niña mimada, la que estaba siendo cómplice de nuestra historia.

Llegué como pude, tras perderme dos veces, a su casa. No hacía frío, o por lo menos no como en Madrid, era un frío húmedo. Me bajé del coche y me situé ante la que ya sabía que era su ventana. Cogí mi teléfono y la llame.

- Dime gorda. -Dijo contestando el teléfono.- ¿No puedes dormir?
- Asómate a la ventana. -dije colgando el teléfono.

Su cara de asombro fue alucinante. Las manos tapaban su boca y sus ojos tan abiertos iluminaban toda la calle.

- ¿Me abres? -le grité.
- Estás loca. -me contestó.
- Sí, por ti.

Saqué mi maleta y cerré mi coche. Tire la maleta al suelo nada más abrirse la puerta.
Y ahí estaba ella, con su pijama y su moño. Tan bonita como me tenía acostumbrada. Pero nunca la había visto tan bonita como esta noche.

- Gorda.. -dijo abriendo la puerta.

No dejé que pronunciase palabra alguna y me lancé a sus brazos. Sus abrazos que me daban vida. Ni 24 horas había conseguido estar sin ella.


- Te amo. -le susurré al oído.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Capítulo 28. No me valen las palabras.

Nada más llegar nos recibieron una multitud de compañeros y amigos.
Entramos en una sala donde Malú y yo nos separamos, a mi lado se sentó Antonio Orozco con el que mantuve una conversación extensa e interesante en lo que la rueda de prensa comenzaba. Fueron nombrando cada premiado, Chenoa, Bisbal, Manuel Carrasco, David DeMaria, Malú, entre otros. La buscaba con la mirada, pero no la encontraba. A la hora del photocall me agarró y se colocó a mi lado. Cómplices de miradas, pero ella me evitaba. Tras la espalda de nuestra amiga Laura bromeábamos.

Laura fue de las primeras en acercarse a nosotras.


- Eh, vosotras dos. ¿Qué hacíais antes? -dijo Laurita mirándonos.
- Nada. -contestamos Malú y yo al unísono.
- ¿Me vais a contar ya que os traéis entre manos? ¿O seguimos haciéndonos las tontas?
- No nos traemos nada. -Contestó Malú.- Somos dos amigas pasándoselo bien.
- Si, amigas, ya. Eso se notó en Barcelona. -reprochó Chenoa.
- Para mí, es más que una simple amiga.-añadí. La cara de Malú fue un poema.

En ese momento nos interrumpieron varios compañeros para invitarnos a comer. Por lo que la conversación quedó totalmente pausada. Nos dieron las seis de la tarde, entre comida, café y copas. Algunos compañeros tenían aguante y se quedaban, otros ya cansados se marchaban. Yo he de admitir que estaba cansada de todo esto, no me apetecía estar en público. Me sentía apagada, necesitaba soledad. Pero dependía de Malú.

Se fueron casi todos y ahí seguía ella de risas con los demás compañeros, y a mí la cara me llegaba al suelo. Intentaba disimular pero mi mal estar iba en aumento.

- Ahora que estamos solas... -dijo acercándose Laurita.- ¿Estáis juntas?
- No. -contestó Malú secamente.
- Ah, yo pensaba que...
- Gorda, me encuentro mal. ¿Podemos irnos?- dije interrumpiendo a Chenoa.
- No me llames gorda en público. -dijo susurrando.
- ¿Qué coño te pasa? Ni que fuera algo malo. Ya me ha quedado muy claro que somos amigas eh. -dije ya enfadada.
- Vane.. -dijo yendo detrás de mí.
- Déjame. Te espero fuera. -dije dándole dos besos a Laura.- Vamos hablando, me ha encantado verte.
- Igualmente, lo siento. -me dijo con ternura.
- No sientas nada, al contrario, gracias.
- ¿Por qué?
- Por abrirme los ojos. -le contesté. Y se ve que Malú ya pilló la indirecta.

Me apoyé sobre su coche bajo el frío de Madrid. Ella llegaba con lentitud al coche, se montó y la seguí. Puso la radio y no nos dirigimos palabra en todo el camino Madrid- Majadahonda.  Unos veinte minutos de absoluto silencio.

En ese incómodo silencio sonó mi teléfono, era mi madre.

- ¿Te importa? -pregunté, bajando la música.
- En absoluto.
- Hola mamá.
- ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?- me preguntó mi madre preocupada.
- Si, un día cansado.
- ¿De verdad?-insistió.
- De verdad. Mamá, tengo poca batería, ¿qué querías?
- Nada hija mía, saber de ti. ¿Cuándo bajas?
- Antes de lo previsto. Mañana estaré por allí seguramente. -en ese momento Malú giró su mirada hacia mí.
- Vale cariño, ten cuidado. Te quiero, y abrígate que por allí hace mucho frío.
- Sí mamá. Te quiero, adiós. -dije colgando y acto seguido guardando el teléfono.

Volví a subir el volumen de la música, pero su mano chocó con la mía para apagar la radio.

- ¿Quieres hablar? -me preguntó.
- No me apetece. -contesté seca.

Llegamos a casa, entré tras ella. Los bichos ni se acercaron, notaron la tensión. Subí al cuarto, recogí mis cosas y las guardé en mi maleta. Subí antes de tiempo y bajaba días antes de lo previsto. Me puse mi pijama y bajé a buscarla.

Estaba en el sofá tumbada, dormida. La cerveza le daba demasiado sueño. Me arrodillé ante ella y besé su pelo. Sentada en un lado del sofá apoyé su cabeza en mis piernas, y fui acariciándolo, enredando mis dedos en su pelo. Acariciando cada parte de su cara. Sin darme cuenta una lágrima se deslizaba por mi moflete. Y ella paró mi mano con la suya.

- No te vayas Vane... -dijo.
- Es lo mejor gorda...
- Lo siento.. Perdóname...
- Perdóname tú, por estar aquí. Haciendo que pierdas tu tiempo.
- No digas eso...
- Hoy ha quedado todo muy claro, Malú.
- Te quiero. -dijo sentándose sobre mí. Besando mi boca.
- No, me has negado en público. Eso no es querer. -dije apartándola.
- Te quiero, de verdad.
- No quiero palabras, quiero hechos.
- ¿No te lo he demostrado estos días?
- Hoy has hecho que me replantee todo.
- Eres de la única chica que he sentido cosas tan fuertes, entiende que me cueste reaccionar en público. Para mi vida personal soy muy celosa y no me gusta publicarla.
- Te entiendo, y por eso me voy. Me marcho. No puedo estar con una persona que niega de lo que tiene. Y ni si quiera estar, porque solo somos amigas que se divierten follando.
- No hables así.
- Es lo que tú has dicho bien clarito esta tarde.
- Te he dicho que lo siento. Quédate, no te vayas.
- Es mejor así Malú. Yo me voy y tú te aclaras. Cuando sepas por qué apostar, llámame y hablamos. Porque yo si tengo claro que quiero estar contigo. Y tú al contrario.
- Es un paso muy difícil.
- Déjalo estar, ¿vale?-dije queriendo tranquilizarla.
- Es que no quiero que esto termine. Joder, te quiero. Necesito tu boca para vivir.
- Esto es para que te aclares y sepas lo que de verdad quieres, y sus consecuencias. -agachó la mirada.- ¿Vamos a dormir? ¿O prefieres que yo duerma en el sofá?
- Quiero dormir contigo.

Subimos a la habitación y me senté en la cama contemplando cómo se cambiaba.

- No me mires, ay que me da verguenza. -dijo tapándose.
- Por favor Malú, que te he visto desnuda mil veces. Que me conozco todo de ti.
- Ay calla. -dijo ruborizándose.

Se puso en pijama y se coló en la cama. Yo la seguía con la mirada.

- ¿Vienes? -me dijo invitando meterme dentro.

Asentí y nos tumbamos pegadas. Abrazadas una noche más.

- Te voy a echar de menos Vane.. -dijo apretándome hacia ella.
- Y yo a ti. -dije besando su pelo.

Se volvió a dormir sobre mí, como otra noche cualquiera. La única diferencia que esta podía llegar a ser la última. Opté por pensar que con ella siempre sería la penúltima vez, que nunca habría última. Porque una vez más la vida nos ponía un bache y volvía a dejarlo en manos del destino el poder superarlo. Aunque esta vez estaba en su mano, el saber que quiere. Saber si me quiere. Saber si quiere apostar por esto que tenemos, y asumir todo. Yo la estaré esperando en Málaga, o donde sea, la esperaría toda la vida. Tengo toda la vida para ella. Porque ella es especial, tiene algo que nadie jamás me podrá dar. Pero el daño que hoy he sufrido no se puede perdonar y hacer como la que lo olvida. Para esto es mejor distancia y tiempo. Y ya el tiempo dirá. Estoy segura que le vendrá bien. Y aunque hable de que no puedo perdonarla, ya la he perdonado, pero quiero ver que le importo. Y quiero que me demuestre lo que siente. Mañana podré rumbo a Málaga, a mi tierra. Toca esperar, y saber si todo lo que me decía, de que se estaba enamorando, era verdad.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Capítulo 27. Amor de hielo y sal.

Me desperté con el olor a comida, no sé muy bien qué hora era pero mi cuerpo seguía cansado. Bajé a buscar a la cómplice de mis sueños , la mujer que los hacía realidad.

No sabes lo guapa que estás cocinando. -dije entrando por la cocina.
- Buenas tardes preciosa. -dijo buscando mi boca.
- ¿Qué haces? -dije asomando mi cabeza a ver si veía que cocinaba.
- Hay que reponer fuerzas, que ayer fuimos dos máquinas.-se quedo pausada.
- ¿De sexo? -continué.
- De sexo. -dijo explotando en risas.

Preparó unos espaguetis con salsa de cuatro quesos. Riquísimos. Ahora eso sí, era un poco basta a la hora de echar la pasta. Ahí había comida para tres personas más, como mínimo.

- ¿Qué plan te apetece hacer?
- ¿Hoy descansas? -le pregunté.
- Sí. -sonreí al escucharla.
- ¿Damos una vuelta? ¿O sofá, peli y manta?
- La segunda opción suena tan bien..
- No seas vaga, que nos dé un poco el aire... De noche podemos ver una peli, si quieres.
- Hoy hay que acostarse temprano, que mañana tenemos la presentación de los premiados de Dial. -mierda se me había olvidado. Era el motivo por el que estaba aquí y se me había pasado por completo.- ¿Se te había olvidado verdad?
- ¿Cómo se me va a olvidar algo tan importante idiota?
- Si, ya...
- Que bueno, ¿salimos o no? -dije evitando el tema.
- Salimos pesada. Tú eliges sitio.
- Ya lo tengo elegido.
- Perfecto. Me ducho y nos vamos.-dijo levantándose.
- ¿Puedo ducharme contigo?
- Ven anda. -dijo tirando de mi camiseta.

Besándonos mientras subíamos cada escalón. Con cuidado de no tropezar.

- La ropa te la quito yo. -dijo ella dominándome.

Puso la calefacción en el baño mientras yo elegía mi ropa.
Me metió dentro del baño, ya caldeado, y empezó a quitarme los calcetines, seguidamente los pantalones y acto seguido mi sudadera. No tenía sujetador, por lo que me quedé en braguitas.
Rozó mi piel con sus manos frías por el invierno, me ericé con su paso. Metió las manos por dentro de las bragas por la parte de atrás y fue bajándolas muy lentamente.

- ¿Ahora me toca a mí, no? -dije intentando desnudarla.
- No, no, que nos conocemos.

Comenzó a desnudarse medio tranquila y medio apresurada. Me miraba fijamente a los ojos, detenía por completo el tiempo. La deseaba tanto. Ver su cuerpo desnudo provocaba en mi deseos incontrolables. Mis pensamientos deberían de ser pecados, pecados concebidos para violarlos y saltármelos. Con ella no existían normas, ni reglas. Solo existe el dejarse llevar y amar. Solo ella y yo, su cuerpo y el mío.
Abrió el grifo y el agua comenzaba a caer sobre ella. Las gotas bajaban por su cuello hasta pararse en el pico de sus pechos, donde mis dedos las frenaban. Me pegué a su cuerpo y comencé a besarla bajo el agua caliente. Colándome por su cuello, provocando en ella la pasión. Pegó su sexo al mío, apretando mi culo. Deslizó sus manos por mis pechos y yo empecé a tocarla por fuera, lentamente. Ella mordía mi oreja, y yo más apretaba. Aceleraba el ritmo y ella soltaba algún que otro gemido. Me susurraba al oído pidiendo más y yo obedecía. La empujé contra la fría pared y colé mis dedos por su intimidad. Ella me siguió. Y comenzamos el ritmo del mejor baile jamás bailado. El de sus caderas contoneándose al compás de mis dedos. Nos dejamos ir. Terminamos de ducharnos entre besos y caricias. El baño estaba totalmente lleno de vapor, los cristales y espejos empañados.

Sacó la mano de la toalla y comenzó a escribir en el espejo con su dedo.
'Vanesa  y Malú. '

- Que ñoña eres, ¿no? -dije riéndome al ver lo que había escrito.
- No te rías de mi. Encima... -dijo haciéndose la enfadada.
- Ven aquí mi niña pequeña. -dije rodeándola con mis brazos.

Nos vestimos y fuimos en su coche a patinar a una pista de hielo.

- Yo no sé patinar... -dijo cruzándose de brazos.
- No mientas, que he visto tu videoclip guapita.
- Era una excusa para que me lleves de la mano mientras patinamos...
- No te hace falta mi amor. Nunca me soltaría de tu mano. -dije besándola ahí en mitad.- Lo siento.
- ¿Por qué?
- Por besarte aquí en medio.

- No pares nunca de hacerlo. -dijo entre mis labios.

martes, 16 de diciembre de 2014

Capítulo 26. Hasta que nos cueste respirar.

Su cuerpo rozaba el mío, rogando a la pasión que aguante al deseo de querernos, de entregarnos la una a la otra. Nuestras manos cansadas pero aun no saciadas. Las ganas de sentirnos, mutuamente, ser una. Esas ganas nos hacían imparable ante el mundo. Nos rozamos hasta crear fuego, hasta alcanzar el cielo sobre nuestros dedos.
Su cuerpo y el mío se deseaban tanto que ni la puesta de sol era motivo alguno para parar. Nos desgastamos los labios, saboreé de ella hasta lo más prohibido. Tuve las siete maravilla en mis manos, concentrada en una sola. Ella.

El fuego de la chimenea era ascuas, pero no lo necesitábamos, ni a la calefacción. El vaho de nuestro cuerpo era suficiente para entrar en calor.

- Me pones tanto... -dijo mordiendo mi labio inferior.- Siempre tengo ganas de más, y de más. No puedo parar.
- No pares, sigue.
- No me provoques. -dijo sobre mí. Intentando besarme.
- No lo hago. -dije evitando su boca.
- No me quites la cara. -dijo volviendo a acercarse.
- No la quito. -dije volviendo a evitarla.- Me hago de rogar que es distinto.
- Me pone que lo hagas.
- ¿Si? -dije acercándome a su boca.
- Mucho. -dijo acercándose para besarme. Y yo me volví a separar.- No seas mala.
- Búscame.

Acto seguido atacó mi sexo con su mano, haciendo que mi boca se abriese, mi respiración se entrecortarse y mi cuerpo temblase.

- ¿Así? -dijo colando sus dedos en mi interior.
- Así. -dije entre suspiros.

El compas que seguían sus dedos iban al ritmo de los latidos de mi corazón. Sus embestidas podían llegar a ser tan profundas y tan fuertes que podía alcanzar la luna. Ralentizaba sus movimientos, su mejor forma de torturarme.

- Eres mala. -dije abriendo mis ojos.
- Para que aprendas que quien juega con fuego se quema.
- Me encanta quemarme si es contigo. -dije volviendo a besar sus labios. Me sorprendió introduciendo otro dedo. Suspiré.
- ¿Te gusta? -dijo con cara de deseo. Asentí con mi cabeza.
- Todo lo que venga de ti, me gusta.
- ¿Y esto?¿También te gusta? -dijo aumentando el ritmo del movimiento de sus dedos.

En ese momento, quité su mano de mi sexo, y la coloqué de rodillas frente a mí. Las dos de rodillas.

- Así mejor. -dije colando mis dedos por su sexo.

Nuestros movimientos se complementaban. Nos torturábamos mutuamente con los movimientos lentos. Mirándonos  a los ojos fijamente. Cada vez que se mordía el labio me ponía malísima. Aumentamos el ritmo, sujetándonos cada una de la otra para no desplomarnos. Nuestras piernas temblaban del placer. Y más rápido introducíamos nuestros dedos en la otra. Sus gemidos y los míos creaban una perfecta canción. Sus uñas en mi nuca. Su boca y la mía pegadas, sin poder besarse. Ahogadas por la falta del aire. Sintiéndonos. Hasta irnos la una sobre la otra.

Acostadas boca arriba, abrazadas. Mirando al techo, nos echamos una manta por encima. Se quedó dormida y la subí a la cama. Las dos desnudas pegadas, durmiendo juntas. Bajo un edredón en este amanecer de enero. Mi año no podía empezar mejor, estaba junto a la mujer que amaba. Aunque ella todavía no lo sabía. Ha llegado tan fuerte. Por favor, que se pare el tiempo, que se frene todo. Que este enero no acabe nunca. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Capítulo 25. Hazme el amor.

Sus besos empezaron a recorrer mi piel, su mirada comenzaba a desnudarme. 
Quitó los platos y las copas de nuestro alrededor.
Me empujó contra el suelo y se tumbó sobre mí.
Fue colando sus manos bajo mi camiseta rogándome ganas, atrapando mis suspiros. 
Acariciaba mis piernas con deseo, poniéndome mala. 
Mordía mi cuello con efusividad, sabía cómo hacer que me sintiese deseada a su lado.
Me quitó sin cuidado la camiseta, dejando las marcas de sus labios sobre mi torso. Tirando bocados a mi sujetador, provocando pequeños gemidos.
Tiró de mi pantalón, dejándome en ropa interior. Pasaba sus manos por mis muslos, haciendo que mi cuerpo temblase. Pasaba sus manos sobre mis bragas, noté los latidos de mi corazón ahí abajo.
Me puso boca abajo, se sentó sobre mi culo, dejando un camino de besos por mi espalda. Desabrochó mi sujetador y me volvió a colocar boca arriba. Apretando mis pechos con todo el deseo. Tirando de ellos hacia ella con fuerza.
Malú se quitó su camiseta, y yo le quité el pantalón a su vez. 
Tiré su sujetador al otro lado del salón.  La coloqué debajo de mi. Dejé caer mi boca sobre sus pechos, pasando mi lengua jugando con ellos. Mordía sus pezones a la vez que ella acariciaba con suavidad los míos.

- Yo también quiero. -dijo colocándome a mi boca abajo.

Comenzó a devorarlos sin piedad, incluso podía sentir dolor, pero placentero. Tiraba de su pelo, y fui bajando con mis manos por su espalda hasta llegar a su culo. Apreté con fuerza mis manos en el. 
Bajé sus braguitas y ella tiró de las mías con su boca. Le di la vuelta, de forma que ahora yo mandase sobre ella. Bajé mi boca hasta sus pies, fui pasando mis labios sobre sus piernas hasta llegar a su rodilla. Comencé a besar cada milímetro de sus muslos, haciendo que la espera le desesperase. Subía con mi boca hacia sus ingles, acercándome a la zona prohibida que yo tenía más que permitida, y volvía a bajar.

- Eres muy mala. -dijo Malú.
- Si quieres paro...
- Nunca.

Pasé mi dedo índice por su clítoris, dejando ella un pequeño suspiro. Separé sus piernas.

- ¿Puedo? -le pregunté.
- Debes. -dijo mirándome con deseo.

Me introduje en ella, dejando mi lengua libre. Hacia pequeños juegos circulares en lo que ella tiraba de la manta. Su sabor, el que alimentaba a mis sentidos. Sus gemidos acompañaban las embestidas de mi lengua. Alternando velocidades, rápido y muy lento.

- Me quieres matar. -dijo entre gemidos.
- ¿De placer?
- De todo. Bésame. -me pedía tirando de mi.
- ¿En qué labios?
- En los de arriba idiota.

Besé su boca, tan pasionalmente que podía notar la mezcla de nuestras salivas y su jugo. Metió su lengua en mi boca, me comió la boca. En lo que yo le sorprendí bajando con mi mano a su zona. Jugando con mi dedos por fuera.

- Me tienes loca. -dijo con la boca entre abierta.
- Calla. -dije mandándola a callar entre besos.
- ¿Qué me calle? Te vas a enterar. -dijo colocándome boca abajo.

Abrió mis piernas sin cuidado alguno y coló su cabeza entre ellas. Dando rienda suelta a su deseo, provocando en mi uno de los mejores placeres.

- Yo también quiero comértelo. -dije entre suspiros y gemidos.
- ¿Si? -dijo a la vez que yo afirmaba con mi cabeza.

Se colocó de espaldas a mí, poniendo su parte íntima sobre mi boca, apoyando sus manos en mis muslos. Volvió a abrir mis piernas y comenzó a devorarme. Yo seguía su ritmo, pegándola a mi boca. Nuestras lenguas se movían con total libertad hasta hacernos alcanzar el paraíso, haciéndonos estallar.
Se desplomó sobre mí, y poco a poco se giro hasta encontrarse nuestras bocas.


- Contigo nunca es suficiente. -dijo volviendo a empezar.

martes, 9 de diciembre de 2014

Capítulo 24. Tú eres la primera.

No sé que me pasaba, nunca antes había sentido algo así. Vengo de una época que me cuesta enamorarme, puede ser que el hecho de haberme hecho daño me paralizase y le temiese a todo, incluso a ser feliz. Pero, no sé que tiene ella. 
No sé si es su luz, su forma de brillar, su carisma, su alma, su sonrisa.. 
No sé que es, pero me tiene loca. 
Ha llegado ella a mi vida como un huracán, arrasando mis cimientos. Rompiendo todas mis barreras desde primera hora.
Quebrantando una coraza que me costó años de construcción. Años de prudencia para que venga ella y me tire los esquemas al suelo. 
Me tiene enganchada, no se si puedo decir enamorada, pero sé que me va a complicar la vida. 
Y por primera vez, estoy encantada de vivir ese riesgo. 
Tal vez sea que necesito tanto de ella que nada me sacia. 
Cada día tengo más claro que esta hecha para mi, lo supe desde el momento que la vi. 
Es el amor, incluso me atrevo a decir, la mujer de mi vida. 
Quién sabe si esto será eterno o acabará el día de mañana, pero lo que tengo muy claro es que la buscaré entre besos. 
Y que por muchas mujeres que venga siempre será ella, siempre querré volver a ella. 
Mis dudas se habían esfumado, pero tenía miedo al rechazo. Al dar y no recibir. Temía dar el paso y que ella se echase para atrás. No quiero que esto que tenemos se acabe, otra vez. Y mucho menos ahora que empezaba a amarla. 
Me he mal acostumbrado a ella, a su forma de vivir, a sus llamadas, a su voz antes de dormir, sus buenos días como despertador, sus manos con las mías, sus labios con los míos. Me he acostumbrado a su forma de quererme, y no quiero que termine nunca. 
Por eso mismo necesito sorprenderla. Y con ella mi lado más romántico salía al exterior. 
Sabía que hasta la hora de cenar no aparecería por allí, aproveché y fui a comprar varias cosas, entre ellas, una botella de vino. Me hice una ensalada para comer, vi la tele, no había nada interesante. Saqué a Danka a pasear por un parque que había al lado, aproveché para hacer algún que otro ejercicio con ella y así hacia yo también deporte.
Sonó mi móvil y era ella. 
- Que cansado todo esto.. -me dijo con voz de cansada.
- ¿Entrevistas?
- Siempre diciendo lo mismo... 
- Pues cambia un poco. -dije bromeando.
- Claro, ¿y qué digo?
- Que me quieres.
- Si ya, y te vienes arriba...-siguió la broma.
- Pero me quieres.
- Mucho.
- ¿Cómo la trucha al trucho?
- Como se quiere al amor de su vida.-me quedé muda con sus palabras.- te quiero Vane.
- Te quiero. 
- Tengo que colgar... Luego nos vemos, te quiero gorda.-dijo despidiéndose.

Encendí la chimenea y coloqué a su alrededor un par de mantas en modo de cama, con cojines incluidos. Preparé de cenar unos rulos de queso de cabra con cebolla caramelizada por encima y un risoto de setas. Me di una ducha rápida, y me puse una camiseta con escote y pantalón ceñido. 
Era casi la hora de su llegada, coloqué un camino de pétalos de rosas desde la entrada hasta la chimenea. Dejando caer algunos por el sofá blanco y alrededor de las mantas. Rodee la cama con velas y por el salón, de forma que fuese la única luz que nos alumbrase. Puse la comida en los platos y cerré la cocina con los perros dentro para que no molestasen. Descorché la botella de vino, llenando las dos copas. Terminé de encender todas las velas. Y justo en ese momento escuché el sonido de las llaves en la puerta.
Me coloqué en la entrada y esperé a que abriese. 
- Al fin en casa. -dijo quitándose el abrigo.- Que bien huele, ¿has preparado algo? 
- te he echado de menos. -dije rodeando su cintura y cerrando la puerta.
- No sabes las ganas que tenía de llegar a casa. -dijo besando mis labios.
- Ven, cierra los ojos. -dije cogiendo su mano.
- ¿A donde me llevas? 
La llevé al centro del salón, colgué su bolso y su abrigo, cerré la puerta corredera y apagué la luz. Puse la música que tenía preparada, acorde al ambiente. 
- Ya puedes abrirlos. 
- Pero...-su cara de asombro era un poema. Estaba el salón iluminado con las velas y creaba una perfecta combinación entre el blanco y el rojo.
- ¿Quieres? -dije ofreciéndole una copa de vino. 
- ¿Algún día dejarás de sorprenderme? 
- Nunca. -dije besándola. 

Malú venía hambrienta, se comió casi todo ella. Nos bebimos varias botellas de vino, y estuvimos hablando de su día tiradas sobre las mantas. Bromeando y picándonos entre besos y caricias. 
- Vane... -dijo sin venir a cuento.
- Dime.
- Prométeme que vas a estar siempre, que siempre me vas a querer.
- ¿Y esto? ¿A que viene? 
- Necesito saberlo. Aunque no estemos juntas, ¿pensarás en mi?   
- Ey gorda, no llores. -dije al ver una lágrima caer sobre su rostro.- ¿Por qué lloras?
- Porque si, porque te quiero. Porque me estoy enamorando de ti. Porque tú para mi eres la primera, y sé que siempre va a ser así. Y tengo miedo, mucho miedo.
- ¿De qué? 
- De que empecemos algo y me dejes. Te vayas con otra y yo ya no exista para ti. Tengo miedo de que me rompas. 
- Malú, escúchame. Por favor. -dije secando una de sus lágrimas.- voy a estar siempre contigo. Y si algún día, por alguna razón, nos separamos, acabaré volviendo a ti. Te quiero. Eres la mujer de mi vida, no necesito más tiempo a tu lado para saberlo.
Me das lo que necesito, lo esencial para vivir. Por ti haría lo que me pidieses. 
- Quiero que estés toda la vida conmigo. Nunca me había pasado esto, este sentimiento tan fuerte. La necesidad de ti, el verme formando una familia contigo. Un futuro en si. Nunca nadie me ha hecho sentir ni la mitad que tú. Y quiero estar contigo hasta el final. 
- Ya esta mi amor, ven. -dije acercando su cuerpo al mío.- te quiero. 
- Te quiero. -dijo besando mis labios. 

jueves, 4 de diciembre de 2014

Capítulo 23. Besayuno.

Serían las ocho y cuarto de la mañana, no podía dormir. El sol se colaba poco a poco por la ventana, y ahí estaba ella. Más bonita que nunca. Contemplarla dormir era como ver en ella mi futuro. Despertar así cada día de mi vida, que lo primero que viesen mis ojos al abrirse todas las mañana fuese su cuerpo dormido. No podía evitar cuidar su sueño. 
Puede parecer precipitado pero tiene la cara que me encantaría que tuviesen mis hijos. 
Su nariz tan perfecta complementaria a la mía, sus labios de color carmín son como la última pieza que completa mi puzle. El tacto de su pelo y su caída. La forma tan peligrosa de sus curvas donde siempre me gusta estrellarme. Los rallos de luz hacían de su piel la más resplandeciente, siendo el único abrigo que quería sobre mi piel.

Mis ganas de tocarla, de acariciarla, su brazo rodeando mi cadera y el mío como almohada para ella. Estábamos aprisionada la una a la otra, sin escapatoria. Pero tampoco íbamos a escaparnos. Sería presa de sus labios toda la vida. Buscaría las cadenas de sus brazos eternamente. Había caído en cadena perpetua por ella.

Dejé caer un dulce beso en sus cálidos labios, aún dormidos. Me vestí con lo primero que pude y bajé al salón en busca de las llaves del coche. Esbocé una sonrisa, al ver como estaba todo y recordar la noche anterior. Fui a una panadería que había cerca, compré una barra de pan y varios cruasanes rellenos de chocolate. Entré a un pequeño supermercado a comprar naranjas y un par de piezas de fruta. Al lado había una floristería, aproveché y compré dos rosas blancas, que sabía que eran su flor favorita. Encargué un brownie. Y por último compre un par de euros de churros y chocolate para llevar.

Al llegar a casa tuve la suerte de que no había despertado. Seguía perdida en el mundo de sus sueños. Exprimí las naranjas, dividiendo su zumo en dos vasos de tubo largos. En otro vaso vertí agua y puse una de las rosas. Corté la barra de pan, varias rodajas de tostadas. Calenté los cruasanes hasta derretir el chocolate de dentro. Partí las piezas de fruta en pequeños trozos de forma que quedase como una macedonia. Coloqué el brownie en medio de tanta fruta. Puse los churros y el chocolate en una bandeja como último paso.

Subí arriba y posé la rosa en el lugar donde yo había dormido. Bajé de nuevo y subí con la bandeja preparada. La puse sobre la cama y adornándola con una pequeña nota que decía : Buenos días mi 
princesa.
Comencé a besar su piel blanca hasta llegar a sus labios. Sin abrir los ojos esbozó una preciosa sonrisa que hizo que temblara mi cuerpo.

- Buenos días cielo. -me susurró con los ojos cerrados.
- El desayuno está listo. -Volví a besar sus labios.
- Huele de maravilla, ahora bajo. -seguía susurrando medio dormida.
- No hace falta. Mi princesa tiene que desayunar en la cama. -En ese momento abrió los ojos.

Lo primero que hizo fue oler la rosa, seguidamente cogió la nota y la leyó.

- ¿Soy tu princesa? -me preguntó.
- Eres mi reino entero. 
- Te quiero. Me encantas tanto..
- No sabía que querrías para desayunar, así que improvisé un poco de todo.
- A mi no me hace falta desayunar teniéndote a ti.
- ¿Por qué?
- Porque tú eres mi desayuno, comida y cena favorita. -dijo buscando mis labios.

Entre besos, ñoñerías y caricias fuimos devorando el desayuno.

- Me he quedado con hambre...-me dijo Malú.
- ¿En serio? -dije asombrada.
- Si, ¿Sabes que haría yo con el chocolate?
- ¿El qué? Miedo me das.
- Juntarte en él, y devorarte. Tú eres la única forma de saciar mi hambre. Siempre tengo ganas de ti.
- Hazlo.
- Tenemos poco tiempo, me recogen a la una y media para comer y esta tarde tengo promo.
- ¿Y qué voy a hacer sin ti?
- Siempre te quedará Danka.
- ¿Y tú qué harás sin mi? Porque dudo que encuentres allí lo que te espera en casa. -dije comiéndole la boca.
- Echarte de menos mi niña.

Nos dejamos llevar por la pasión con el chocolate de por medio. Este nos dejó pegajosas y terminamos lo que empezamos en la ducha. Siendo esta vez mis manos su esponja, repartir  el gel por cada parte de su cuerpo y ella a su vez a mí. Lo hacíamos bajo el agua ardiente que caía sobre nosotras. Una mezcla de pasión y de amor. Empujándola contra la fría pared hasta desplomarnos la una en la otra.

Me tiré en la cama en ropa interior, contemplando cómo se vestía.

- ¿Seguro qué tienes que irte? -me miró mordiéndose el labio.
- Tápate o me lo harás muy difícil. -me levanté y me dirigí hacia ella.
- ¿Estás segura? -dije besando su cuello.
- Vane por favor, me tengo que ir... -dijo evitando mi juego.

Comencé a besar su cuerpo con fuerza mientras ella se maquillaba. Colando mis manos por debajo de su ropa, provocando en ella el deseo de mi cuerpo junto al suyo.

- Gorda, me estás poniendo mala...-me dijo mirando mis manos.
- Quédate. -dije acercándome a su oido y susurrando.

Se giro y comenzó a besarme pasionalmente. Hasta que el maldito timbre interrumpió nuestro deseo.

- Ya están ahí...-dije con pena.
- Vuelvo para cenar, esta noche lo retomamos. ¿Me esperarás?
- Toda la vida. -dije besándola con fuerzas.

Ella se fue, sin saber lo que le esperaría esa noche.


miércoles, 3 de diciembre de 2014

Capítulo 22. Hasta que nos cueste respirar.

Su repuesta aceleró todos mis sentidos. Apoyadas en la parte trasera de un coche empezamos a besarnos, con muchas ganas. 
- ¿vámonos a tu casa no? -le pregunté.
- No se si aguantaré.. -dijo pegando su cuerpo al mío.
- Me encantas tanto... - Le dije volviendo a sus labios con ganas.

De repente sentí sus manos juguetonas colándose por dentro de mi ropa.

- Gorda... No sigas porque te juro que no respondo...
- ¿Sí? - Me dijo susurrándome al oido para después morderme la oreja con picardía.
- Vámonos para tu casa, porque te juro que vas a conseguir que pierda los papeles.
- ¿Y sería muy malo que los perdieras? -En ese momento atacó mi cuello haciendo que mis piernas temblaran.
- uffff Malú... 
- Es que me superas... Vámonos porque sino te voy a acabar violando aquí mismo. -Dijo mordiéndome el labio.
Comencé a andar en dirección al coche mientras cogía su mano.
Se nos hizo eterno el camino a casa. Sus intentos de meterme mano mientras conducía. Su forma de mirarme a la vez que se mordía el labio. Su mano en mis piernas haciendo que temblará mi cuerpo. 

- Gorda... Por favor... Que te juro que paro el coche. -Se acercó a mi oreja y comenzó a besármela.
- ¿Es una amenaza?
- Es una advertencia.
- Me encantas... Me enciendes de una manera... -Me susurró mientras seguia entretenida en mi oreja.
- Uff...
- Me encanta como se te eriza la piel con el simple tacto de la mía.
- Gorda.... - Mi voz comenzaba a fallarme.
Aparqué el coche en su puerta. Me salí sin mirarla, esperando a que abriese la puerta. Esta vez hice poco caso a su zoológico. Y nada mas cerrar la puerta la empujé contra ella. Tiró el bolso al suelo y dejamos caer nuestros abrigos en el. Nuestras manos se encontraban en cada caricia. Sus cálidas manos con el roce de mi fría piel la erizaba aún más. 
- ¿Tienes hambre? -le pregunté con mi respiración entre cortada.
- Mucha. 
- ¿De qué tienes ganas?
- De ti. 
Tiré de ella hasta que siguiese mi paso. Subíamos las escaleras como podíamos. Se desplomó en la cama. Le quité los pantalones de un tirón. Y ella se incorporó para quitarme los míos. 
- Ni se te ocurra moverte. -le dije parando su movimiento. 
- ¿Por qué? -me preguntó insistiendo.
- Porque vas a pagar lo que me has hecho en el coche. 
- ¿He sido mala? -me preguntó mordiéndose el labio.
- Muy mala. -dije lanzándome hacia ella.
Atrapé sus manos con las mías colocándolas detrás de su cabeza, dejándola totalmente inmovilizada. Lleve mi boca a su cuello rozando mis labios con su piel. Así recorrí todo su cuerpo mientras ella ahogaba suspiros y se mordía el labio. Su cuerpo entero buscaba el mio y yo me hacía de rogar.
- Ufff... Gorda... Estás acabando conmigo...-En ese instante lleve mis labios a su boca y la rocé... Cuando intentó atraparme entre sus labios me aparte y fui en busca de su oreja.- Me estás matando... Me estás poniendo mala.
- Ajaam - Dije besándole la oreja
- Te necesito por favor...-Así volví a su boca, donde sus labios me recibieron como un sediento en busca del agua. 
La puse boca abajo, de forma que pude quitarle el sujetador. Dejando besos por toda su espalda. Se dio la vuelta y me quite la ropa mirándola a sus ojos. Ella intentaba rozarme, pero no le dejaba mover ni un solo músculo. Fui bajando por su precioso torso con mi boca y mis manos. Intercalando besos con caricias. 
Su cuerpo se arqueaba mientras jugaba con sus pechos. Podía oír como salía de su boca pequeños gemidos ahogados. 
- Déjame tocarte Vane. Lo necesito, por favor.
Volví a rechazar su propuesta y seguía con mi juego. Fui bajando con mi boca por su cuerpo. Hasta tirar del filo de sus braguitas. Fui tirando de ellas hacia abajo, poco a poco, hasta que me deshice de ellas completamente. Pasé mis dedos rozando la zona prohibida. 
Acaricié su intimidad con toda la suavidad posible. Aumentando poco a poco, y disminuyendo de vez de en cuando. 
- Estas siendo muy mala.. -me susurraba mientras se retorcía. 
- Así aprenderás que no se puede jugar con fuego.
- Me encanta quemarme de esta forma. 
En ese momento hizo un juego de piernas colocándome a mi abajo. 
- Ahora vas a saber lo que es bueno...-me dijo apretando su cuerpo contra el mío. 
Se deshizo de la poca ropa que me quedaba, hasta quedar las dos completamente desnudas. Su cuerpo y el mío. Piel con piel. Rozándose. Dejándose llevar por la danza que comenzábamos a bailar. Sus dedos juguetones se colaron dentro de mi y los míos le siguieron en busca de su cuerpo. Embestidas al ritmo de nuestros latidos, el sonido de nuestra respiración entre cortada y el susurro a gritos de nuestros gemidos.
- Vane, te quiero. -me decía mordiéndose el labio.
- Te quiero. 
- Te quiero. -repitió.
- Te quiero. 
Nos decíamos te quiero mientras alcanzábamos el cielo de la mano. 
Nos pasamos toda la noche recuperando todo lo perdido. Las ganas que teníamos acumuladas tenían que salir al exterior. 
Eran las seis de la mañana cuando ya no podíamos más. Nos recostamos en la cama haciéndonos caricias la una a la otra, mirándonos fijamente.
- ¿Por qué eres tan perfecta? -Me dijo entre mis labios mientras sus manos recorrían cada milímetro de mi cuerpo.
- Porque cada día tengo más claro que estoy hecha para hacerte feliz.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Capítulo 21. ¡Sorpresa!

La estoy llamando, porque la necesito.
Hay algo en su voz que me hace sentir como si estuviera aquí a mi lado, como si hubiésemos roto la puta distancia que nos separa, como si siempre me acompañara. El sonido de sus cuerdas vocales me sostienen en las cuerdas de mi vida, que ahora empezaba a formar parte de la suya. Su vida era mía y la mía, suya. Cada conversación me transportaba, hacía que no pesasen tanto los días en los que no nos abrazábamos. Su llamada antes de dormir me enlazaba al mejor de los sueños y sus buenos días en forma de llamada era el motivo por el cual me levantaba con una sonrisa todos los días.
Aunque no la vea, la siento aquí.

- Buenos días cielo, ¿Qué planes hay para hoy? -me dijo como cada mañana.
- Buenos días amor, pues más de lo mismo. Familia y preparar las cosas que en dos días nos vemos cariño.
- Al fin, que largo se me ha hecho..
- Y a mí.. ¿Y tú? ¿Qué tienes hoy?
- Hoy tengo programa de radio, pero de noche.
- ¿Ah sí? Dime cual y hora para sintonizarla.
- Cadena dial, un programa especial con Rafa Cano. Saldré en antena sobre las diez.
- Estaré atenta.
- Te quiero.
- ¿Estás con la regla?
- No idiota. Te echo de menos y quiero tenerte aquí ya.
- Falta muy poquito pequeña...
- No me llames pequeña...
-¿Por qué?
- Porque me encanta.

Estuvimos como unos cinco minutos contándonos las ganas que teníamos de vernos y robándole tiempo a nuestra distancia. Y sumando los te quiero a los te echo de menos. Tras colgar mi cabeza se volvió loca, dejándose llevar por mi corazón que era bastante impulsivo.

Cogí una maleta y eché bastante ropa. Deje una nota a mi madre explicándole mi partida anticipada y fui a la pastelería de la esquina de mi casa a comprar una bandeja pequeña de pasteles. Me dirigí a casa de mi amiga Vito.

- Hombre Vane, ¿Cómo estás? -dijo dándome dos besos al verme.
- Muy bien, ¿Y tú?
- Bien. ¿Pasteles? ¿Qué quieres ponerme gorda?
- Es para pedirte disculpas...
- ¿Por qué?
- Me tengo que subir a Madrid, y no puedo ir a la comida de mañana.
- ¿Pasa algo?
- Nada, imprevistos de última hora.
- Bueno no pasa nada, ¿Te quedas a comer para compensar? Venga anda...
- Vale, pero me voy después de comer justo eh, que me esperan cinco largas horas.

Hablamos de todo, cotilleos del barrio y noticias nuevas. Vito para mí era fundamental, éramos como uña y carne. Pero tampoco podía contarle nada porque no había nada serio. Formalizado mejor dicho, porque era lo más serio que había descubierto. Y eso que todavía no era nada mío aunque sentía que me debía plenamente a ella.

Iba en el coche cantando cada canción que salía para calmar y aflojar los nervios que afloraban por mi piel. Me había dado una locura e iba a ir a darle una sorpresa, me iba a plantar en la radio. ¿Quién no ha hecho alguna locura por amor?

Todo el mundo alguna vez ha cometido alguna locura y más si es por amor. Quien quiere de verdad hace posibles lo imposibles, le baja la luna si hace falta para que camine sobre ella. Por amor haría cualquier cosa si su nombre fuese el culpable de mi impulso. Cuatro letras capitanas del barco que el único rumbo que tiene es el suyo. La culpable de que todos los días sean verano. Un cuerpo de metro sesenta y tres capaz de dominar cada poro de mi piel. Puro instinto, puro sentimiento, pura piel que me haga cruzar cualquier línea que me separe de ella. Aunque me lleve al cielo o al infierno, pierda o gane, me mate o me haga renacer.

Entre que llegaba a Madrid, buscaba el sitio y encontraba aparcamiento, llegué con la hora justa. El programa ya había comenzado. Tuve suerte porque el guardia de la puerta me conocía y me dejó pasar sin problema. Pregunté donde estaba su cabina para que me dejaran entrar en la sala detrás del cristal.
 Nada más entrar ahí estaba ella, tan guapa como siempre. El brillo de sus ojos me iluminó. Saludé al poco equipo allí presente sin querer armar mucho revuelo. Pero inevitablemente el presentador, Rafa Cano, se dio cuenta de mi presencia. Y acto seguido ella. Se le iluminó la cara por completo, reluciendo en ella su preciosa sonrisa.

- Bueno Malú, cuéntanos. ¿Cómo está tú corazón? -le preguntó Rafa Cano con intención.
- Mi corazón está bien, está sano, y muy feliz. Y bien cuidado. -dijo mirándome a lo que Rafa siguió su mirada hacia mí.
- Pues dicho esto, ¿Qué canción te apetece poner?
- ¿Mía o de cualquiera?
- La que te apetezca.
- Pues mira, Trampas de Vanesa Martín. Que es una artista que lleva poco tiempo en la música y se está haciendo un hueco. Tiene una manera de componer increíble y es muy especial. -me quedé muerta al escuchar sus palabras, no pude evitar contestarle con la mayor de mis sonrisas.

Nada más empezar a sonar mi canción salió disparada, y al ver su impulso salí con ella al pasillo.

- ¿Qué haces aquí gorda? -me dijo con su mayor sonrisa.
- ¡Sorpresa! -dije devolviendo la sonrisa.
- Te como.
- ¿Aquí?
- Aquí y en cualquier sitio. -y se lanzó a mis brazos.

Besándome con todas las ganas que habíamos tenido estos días atrás. Marcando sus pasos camino del baño mientras ella tiraba de mi camiseta.

- Malú, ¿Qué haces? -pregunté.
- Te tengo demasiadas ganas como para aguantarme más.
- Nos pueden pillar...
- Me da igual. Necesito tu cuerpo. -dijo volviendo a mis labios.

En ese momento se escuchó entrar a alguien.

- ¿Alguien ha visto a Malú? Tiene en salir en un minuto. Volvemos al aire. -pude reconocer la voz de Rafa Cano.
- Gorda, venga. Hay que ser profesional. - le susurré.- Guárdate todas las ganas para esta noche. No te pienso dejar dormir.
- Te voy a comer entera. -dijo despidiéndose y mordiendo mi labio, casi me lo arranca de cuajo haciéndolo sangrar.

Malú continuó con su entrevista en lo que nos lanzábamos miradas cómplices.
Una vez acabada la entrevista, la esperé en la calle mientras ella se despedía del equipo. Quería evitar las preguntas de Rafa.

Me escondí detrás de una furgoneta al ver que salía. No me veía, me buscaba con la mirada. Hasta que llegué y le abracé por detrás. Rodeado su pequeño cuerpo con mis brazos. Dejando unos cálidos besos en su frio cuello.

- ¿A quién buscas? -le susurré al oido.

- Al amor de mi vida.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Capítulo 20. Dime hasta luego y no adiós.

Pasamos el día dando tumbos por Barcelona. Entre risas y besos la ciudad se hacía cómplice de esta historia tan nuestra. Íbamos de la mano, sin miedo a que nos viesen. El único temor que había en nosotras era la despida. El echarnos de menos, el extrañar cada gesto y el empezar una cuenta atrás para volverla a besar.
Llegado el momento de tener que separarnos mi cuerpo se aferraba al suyo. Sin querer despegarme de ella ni un milímetro. Cada beso sabía más a despedida y ni yo misma sabía cuánto me dolía.
- Venga gorda que llego tarde. -Me dijo con sus ojos llenos de tristeza.
- No quiero, ni puedo despegarme de ti.
- Vamos a ser fuertes. Dos semanas se pasan volando...
- Aún no te has ido y ya te echo de menos.. -empecé a cantarle.
- Cuento las horas para vernos de nuevo... -me siguió. La besé.- Me están esperando mi amor...
- Odio las despedidas.
- Es un hasta pronto. Bésame un poquito más.
- Te doy todos los besos que voy a tener acumulados estas semanas sin ti. -dije dándole un montón de besos.
Los besos empezaban a crear fuego, la pasión empezaba a apoderarse de nuestro cuerpo.
- Esto ahora no... No puedo irme así. Con cada beso que me das siento más ganas de que me beses.
- Hasta que se desgasten mis labios te estaré besando.
Nos besábamos con deseo en mitad de la calle. Parando su sentido, aunque la gente seguía su vida. La mía se me escapaba entre mis dedos.
- Ten cuidado con el coche Vanesa. Avísame cuando llegues por favor.
- Estarás dormida, no voy a despertarte.
- ¡Qué me llames!
- Vale, vale.
Nos besamos por penúltima vez. Siempre era el penúltimo beso. Hasta que llegó el definitivo y nuestras manos agarradas iban soltándose poco a poco, dedo a dedo. Y antes de que se montará en el coche me giré y la volví a mirar.
- ¡Malú! -chillé desde la puerta de mi coche.
- ¿Qué pasa? -me contestó.
- ¡Qué te quiero!
- ¡Te quiero!
Mis dos palabras favoritas capaces de pronunciar su boca. Las palabras que me hacían sentir viva. Esas dos palabras mágicas, capaces de conseguir todo. Dos palabras que puedes llegar a amar o a odiar. Porque hay veces que pueden llegar a matar, que duele, que te hace daño. Y otras en cambio te salva de toda caída. Se convierten en tirita para mis rasguños y en el agua que limpia mis heridas. Me sana y me calma.

Llegué a Málaga y la llame. Estuvimos diciéndonos lo mucho que nos queríamos  y lo que nos echábamos de menos hasta que nos quedamos dormidas. Cada una a su lado del teléfono. Separadas por unos 600 kilómetros. Malditos números que me separan de su boca, de sus curvas peligrosas, de esos labios en los que vivo cautivada desde que los conocí. Hace casi dos años. Quién me diría mi ese Enero de 2008 que ahora sería tan suya, y esa chiquilla con brackets sería tan mía. 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Capítulo 19. Tanto.

Volver a sentir sus labios con los míos. La chispa que crean el roce de nuestra piel. Mis sentidos más despiertos que nunca. Los había echado tanto de menos, la había echado tanto de menos. Quería detener el tiempo o congelar este momento. Que el mundo dejase de girar y que solo girasen nuestros cuerpos revolcándose en la cama. Que el sonido de nuestros besos fuesen lo único que se escuchase y que el susurro de nuestros "te quiero" sean las únicas palabras que sepamos pronunciar. La lentitud de sus besos quemaban, ardía en mi cuerpo. Lo había necesitado tanto que volví a llorar, pero esta vez al compás de sus besos. Eran tan perfectos. Me mataba cada vez que sonreía al besarme y las veces que mordía mi labio con ganas de devorarlo. La deseaba tanto... la quería tanto...
Pensé que me olvidaría de ella y de sus besos, sus caricias, esa forma tan suya de erizarme la piel con tan solo el roce de sus dedos... pero solo me acostumbré a vivir sin ello. Aunque hoy me di cuenta que, una vez más, con ella, me equivocaba. 
Solo he estado esperando a que volviera. 
Porque nunca dejé de quererla, si no cada día que pasaba más la necesitaba a mí lado.
Tantos pensamientos en mi cabeza, el surco de mis lágrimas, sus besos como sello.
- No puedo verte así. -dijo separando nuestros labios mientras acariciaba mi cara con ternura.- No llores más por favor...
- Es de felicidad...
- ¿Por qué?
- Porque estás aquí, a mi lado, conmigo. Volver a tenerte aquí, a tan solo un metro de mi, respirando. Te he necesitado en tantos momentos y nunca has estado.
- Shhh, ya está gorda. Estoy aquí y no me voy a ir.
- Te he echado de menos.
- Yo a ti, no te imaginas cuanto.-dijo volviéndome a besar.
Nos acomodamos en la cama, le dejé un pijama que traía de repuesto. Nos quedamos abrazadas bajo las sábanas. Sin separar nuestros cuerpos ni un milímetro. El silencio no nos molestaba, no era incómodo. Había echado de menos hasta eso. Podía escuchar su respiración sobre mí, notaba su corazón acelerando junto al mío. Nuestras manos también se habían echado de menos, les gustaba recordar como jugaban entre ellas con los dedos. El olor de su pelo, era como la primavera enlatada, podías sentir como afloraban las flores las cuatro estaciones del año. Su frescura. Sus ganas de mi. Mis ganas de estar con ella.
- ¿Y ahora qué? -le pregunté.
- ¿Qué quieres hacer?
- No lo sé ... ¿Y tú?
- Tampoco lo sé.
- Pues estamos bien...-dije en tono irónico.
- Solo sé que te quiero... Y tú a mí, ¿me quieres?
- Mucho. Pero mis dudas y tu inseguridad hace que no me atreva dar el paso.
- Dame tiempo, no puedo, ni quiero, dejarte escapar.
- Tengo toda la vida para ti.
- Te quitaré las dudas, te demostraré que te quiero de verdad.
- Y yo estaré ahí para quitar todas las inseguridades. -sonreímos las dos.
-¿Cuándo vuelves a Málaga?
- Mañana...
- Vente a mi casa.
- No puedo... tengo compromisos. Bájate conmigo.
- Tengo concierto...-el silencio se apoderó de las cuatro paredes. No queríamos separarnos.- ¿Cuándo nos volveremos a ver?
- ¿En la presentación de los premiados de Cadena Dial?
- Cierto, tengo una idea.
- ¿Cuál?
- Vente unos días antes y te quedas en mi casa. Esa semana la tengo libre.
- Me parece perfecto.
Se acomodó en la cama teniendo mi brazo como almohada. Me pidió que le contase alguna historia para poder dormir. Y yo empecé a repasar nuestra historia en modo de cuento. Hasta que su cuerpo cansado quedó dormido sobre mí. Un momento mágico. Esta noche volvía a sentir que me protegían y volví a sentir que la protegía. Estando ella entre mis brazos no le tenía miedo a nada. Ni siquiera a la muerte. Porque estando sin ella era una muerte en vida. Ella era mi luz. Quien me daba toda la felicidad. Y a su lado cualquier problema se volvía en pequeñeces. Ninguno de mis sueños le haría justicia a la realidad que vivo con ella.

Al despertarme la vi dando zancadas por la habitación.
- Un poco más tarde. -la oía hablar.- Perfecto. Hasta luego. -se giró y me vio mirándola.- Buenos días preciosa.
- Buenos días. -se subió de nuevo a la cama, acercándose a mí para besarme.- ¿Algún problema?
-Nada, se extrañaron al no verme en el hotel. Pero tengo buenas noticias.
- ¡Cuenta!
- Voy a pasar el día en Barcelona con lo más bonito de toda la península.
- ¿Con quién? -dije algo celosa.
- Contigo idiota.