martes, 10 de febrero de 2015

Capítulo 37. El fin del mundo.

Aparqué el coche en la playa de la zona de mi casa. Saqué una toalla que llevaba en el maletero de estas que son enormes.

- ¿Me vas a meter ahí con tacones? Ni se te ocurra. -dijo señalando la arena.

Me quité mis tacones y les quité los suyos, guardándolos en la parte trasera del coche. Al ver su cara me acerqué a ella y besé lentamente sus labios, me agaché y la cogí en brazos.

- Como las verdaderas princesas. -le dije caminando sobre la arena.
- Verás la hostia que nos vamos a pegar. Vas dando tumbos conmigo en brazos. -dijo al ver que no era capaz de seguir una línea recta.- Eso te pasa por no saber beber.
- Calla idiota, es por la oscuridad, que no veo una mierda.

Bajé su cuerpo lentamente y ella me susurró un 'gracias' con su más tierna sonrisa. Extendí la toalla y me tumbé encima.

- ¿Vienes? -dije invitándola.- Deberías mirar esto.
- ¿Las estrellas? -dijo tumbándose.
- Es mi segunda película favorita, porque cada vez que la necesite está ahí. Puede que algún día brillen más y otro menos, pero siempre están en el mismo sitio. Es una bonita metáfora ¿no crees?
- ¿Cuál es la primera? -ella siempre a lo suyo.
- Mirarte. -dije sin quitar la vista del cielo.
- ¿Más que besarme?
- Sí. -afirmé mirándola.
- ¿Por qué? -dijo como ofendida.
- Porque si llega el día en el que por lo que sea no podré besarte, seguiré mirándote. Besarte es similitud a tenerte, es la recompensa de cuidarte, es el querernos. Puede que un futuro alguien me impida besarte, que tengas otra pareja o yo, pero mirarte lo seguiré haciendo hasta que me muera y eso nadie podrá impedirlo.
- ¿Por qué siempre hablas como si supieses que lo fuésemos a dejar?
- Porque tanta felicidad nunca es buena. La vida nunca te deja vivir cosas bonitas mucho tiempo seguido. Te da algo y te quita otras, para sostener la felicidad con el dolor. Yo te miro y me veo envejeciendo a tu lado, pero sé que no será fácil. Y algún bache tendremos, como todo el mundo supongo.
- Vanesa.. -me dijo con voz entre cortada.
- ¿Qué pasa mi amor?
- Que yo no quiero que esto acabe, nunca. -dijo abrazándome.
- Nos queda toda la vida por delante cariño. -besé sus labios.- Hoy hacemos medio año, que pronto ha pasado ¿verdad?
- Siendo feliz el tiempo vuela.
- ¿Lo celebramos?
- ¿Aquí?
- Claro.
- ¿Cómo?
- ¿Un baño? -dije levantándome.
- ¿Sin bikinis? Estás loca.
- Mira a tu alrededor, son las 5 de la mañana. No hay nadie.
- Mi novia está loca. -dijo colocándose las manos en la cara.
- Te espero dentro. -dije quitándome la ropa y quedándome totalmente desnuda.

Me adentré en el mar, era una balsa. No había marea, el agua estaba templada y ella no tardó en desnudarse y venir conmigo. Estaba preciosa con el reflejo de la luna en su desnudo cuerpo, mientras caminaba hacia dentro.

- Estás como una cabra gorda. -dijo entrelazándose con mi cuerpo.
- ¿Hay algo más bonito que besarte con el sonido del rompe olas de fondo?
- Sí.
- ¿El qué?
- Hacer el amor contigo, en cualquier lugar.

Besé sus labios con la mayor fuerza posible. Ella era la reina de los siete mares y yo el más fiel de sus vientos. Miraba la luna y las estrellas formando constelaciones prácticamente perfectas para los que de ello entienden, para mí se unían la hermosura con la tranquilidad creando un cielo digno de postal para recordar.

La brisa del mar acariciaba su rostro, la luna baña este mar de plata. Tu pelo baila al compás del viento y nuestros besos le dan el toque de armonía a esta noche de locura. Cada vez que su piel roza mis tejidos el estómago me da un vuelco y no sé ni que hace ni que decir, pero mi vida no puede ser más perfecta.

- ¿Ves lo qué hay más allá del mar? -le pregunte.
- No, pero lo intuyo.
- ¿El qué?
- Pues más mundo, mas países, ciudades, gente, costumbres, religiones. No sé un sin fin de cosas.
- Todo te lo resumiré en una sola pregunta.
- ¿Qué pasa que eres tú muy lista? -dijo interrumpiendo mi momento de inspiración.
- Cállate. -asintió con la mirada.-Pues lo que iba diciendo, nos queda mucho mundo que descubrir y vidas que encontrar. Entonces, te pregunto: ¿te quieres venir al fin del mundo conmigo?
- ¿Esto qué es como pedirme matrimonio?
- Sin tantos papeles de por medio, ni reglas.
- Pues sí. Sí quiero. -dijo besando mis labios.

Entonces comencé a colar mis manos sobre su desnudo cuerpo, y empecé a dejar rienda suelta a mi tentación y deseo de hacerle el amor bajo el mar. El mar se mecía compaginándose con nuestras caricias en nuestro sexo. Nuestras bocas secas por culpa de la respiración y la piel de gallina al secarse el agua con el exterior. Mis manos saladas y empapadas se colaban por el interior de su parte íntima y ella se limitaba a imitarme. Gemido por embestida. Suspiro por beso. El agua salpicaba nuestras caras con el compás de nuestros movimientos. Cuerpos arqueándose sobre la superficie del mar, mirando al cielo pude notar cómo alcanzarlo con el compás de sus dedos.

- Esta es la mejor forma de celebrar un medio aniversario. -me dijo medio ahogada.- Gracias.
- A ti, por hacerme feliz.
- Quererte es un placer. -dijo acercándose a mi boca.
- Porque nos queden muchos aniversarios que celebrar.
- Toda la vida, mi amor.

Entonces comenzó a amanecer, empezaba el día y nosotras desnudas acompañadas de los primeros rallos de sol. Su piel se estremeció por lo que entendí que tenía frío. La volví a coger y salimos del agua a punto de caernos. Nos tapamos con la enorme toalla hasta secarnos. Besó mis labios, de fondo el sol saliendo. No habría vivido nada más bonito hasta el momento.

Llegamos a casa acompañadas por la luz del día, Malú se tiró en la cama nada más llegar, yo la imité, ya cambiaría las sábanas luego. Se acomodó en mi pecho y la abracé. Cerré los ojos para poder dormir pero en ese momento sonó el teléfono, no le hice caso y colgué, pero volvía a sonar. Miré la pantalla y ponía el nombre de mi ex. No me apetecía hablar con ella y menos ahora. Pero ella insistía en la llamada. Malú se quejaba y no me quedó más remedio que contestar.

- ¿Qué quieres? -pregunté de forma borde descolgando el teléfono.

- A ti.

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